lunes, 12 de agosto de 2013

El mercado y los mercados



Publicado originalmente en Letra Fría.

Históricamente los mercados públicos, aparte de su función primordial como sede de la mayoría de las transacciones comerciales que se realizan en una población, han servido como centros de creación e intercambio cultural, indispensables para preservar la identidad pública.
Esta función secundaria es lo que ha permitido que los mercados tradicionales (tianguis, tiendas de abarrotes o mercados públicos como tal) no hayan podido ser desplazados nunca por los supermercados de corte estadounidense: aunque éstos últimos sean muy exitosos en la parte comercial (publicidad, diseño de espacios, productos suntuarios), su aspecto y sistema impersonal, eficientista, (pretendidamente) ultrahigiénico y donde se privilegia la rapidez en el intercambio de las mercancías por el dinero del cliente, no queda muy bien parado en el gusto del cliente contra la calidez y la socialización que se puede lograr en los mercados tradicionales.
Estos mercados son, además, un reservorio natural de la cultura de cualquier pueblo. En ellos y sus relaciones personales se preservan formas de hablar y de comportarse (de ser) de la gente que los usa, formas que no son otra cosa que la cultura del lugar. Es en ellos donde, según la etnohistoriadora Amalia Attolini, “se puede conocer cómo es una población”.
Quizás si nuestros comerciantes locales tuvieran plena conciencia de esta ventaja la explotarían para competir contra los supermercados que comienzan a instalarse en Autlán, en lugar de tratar de hacerlo con las mismas armas que ellos manejan tan bien.

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